A lo largo de los dieciséis años que la revolución bolivariana lleva
en el poder, en Venezuela han fracasado 22 planes de seguridad emanados
del gobierno central. El más reciente inició en noviembre pasado con la
designación del diputado y exalcalde Freddy Bernal como presidente de la
Comisión Presidencial del Sistema Policial y Órganos de Seguridad
Ciudadana, cargo del cual fue removido el pasado 30 de abril y en el que
fue sustituido por el Ministro del Poder Popular para Relaciones
Interiores, Justicia y Paz (MPPRIJ), Gustavo González López.
En sus meses ante dicha Comisión, Bernal diseñó un plan con el
propósito de compensar la gran cantidad de bajas semanales –unas 400 en
promedio– que están ocurriendo en la Policía Nacional Bolivariana (PNB),
la principal fuerza de seguridad del país, operativa desde diciembre de
2009. Dicho plan está siendo actualmente ejecutado bajo la supervisión
del general Carlos Romero Figueroa (viceministro del MPPRIJ) y Carlos
Martínez, subdirector del cuerpo policial.
Básicamente, el plan consiste en incorporar a la PNB a exagentes de
la extinta Policía Metropolitana, aquella que por orden de Hugo Chávez
fue disuelta luego de los acontecimientos de abril de 2002. En ese
sentido, el piso 14 del MPPRIJ ha visto mucha actividad recientemente,
ya que allí se recibe la documentación de los exmetropolitanos, incluso
de jubilados de ese cuerpo y algunos provenientes de Policaracas, cuerpo
que al parecer también será eliminado. Los mismos reciben un curso de
actualización, de una semana, y el pasado 18 de mayo graduaron al primer
grupo de agentes.
Otras medidas ideadas por Bernal para disuadir las bajas en la PNB
incluyen la participación de la defensoría pública en la atención de
casos que involucran a policías, promesas de vivienda o de venta de
vehículos y electrodomésticos.
Los policías tienen miedo
Pero, ¿a qué se debe que cada semana cientos de policías busquen
abandonar sus cargos? De acuerdo con un exmetropolitano en proceso de
incorporación a la PNB que solicitó no ser identificado, esto se debe a
las deplorables condiciones de trabajo con muy bajos sueldos, forzados
horarios, traslados a otras zonas del país, deficientes instalaciones e
infraestructura. Y, especialmente, por miedo.
“En Venezuela, tanto los colectivos como el hampa, han perdido el
respeto por la policía; no le temen, no la ven como autoridad. Y por
otro lado, los policías sentimos que la Ley no nos protege. El temor es
tal que muchas veces nos vemos cohibidos de actuar porque esto se nos
puede revertir, y entonces perdemos no sólo el trabajo sino la
libertad”.
“La apatía de la que se señala a la policía actualmente es más un
mecanismo de protección o resguardo, ya que ante cualquier denuncia los
agentes son suspendidos o despedidos sin averiguación”.
Nuestra fuente señala también que hoy día, delincuentes y colectivos
se han constituido en ley de la calle. “Estos grupos obligan a los
comercios, líneas de transporte y a la población a pagarles “vacuna”. Se
apoderan de las zonas, de los refugios, de las torres de la Misión
Vivienda, de las obras en construcción, y exigen el pago de cuotas para
“encargarse de la seguridad”. Eso sí, las denuncias están prohibidas al
igual que el acceso de la policía”.
Los militares venden armamento a los malandros
A fin de corroborar esta información, DIARIO LAS AMÉRICAS conversó
con un agente activo de la PNB, quien también solicitó el resguardo de
su identidad. “Uno no sabe qué le pueden hacer si uno denuncia lo que
está pasando”.
De este modo, pudimos confirmar que un agente de la Policía Nacional
Bolivariana, con grado de supervisor, gana un sueldo base de Bs. 7.000
(US$ 1.111 al cambio oficial o Cencoex; US$21 al cambio negro o paralelo
al momento de cierre de esta nota), en un momento en el cual la canasta
básica se calcula en Bs. 37.960,36 (US$ 6.025 al cambio oficial o
Cencoex; US$113 al cambio negro o paralelo).
“Aquí los policías somos una herramienta de trabajo y más nada. Yo
soy policía y no entiendo lo que está pasando. Cuando no estoy
trabajando ando disfrazado para que no me ataquen en la calle. A mí me
han disparado, me han lanzado piedras y botellas; la agresión al agente
es constante”.
“La incorporación de expolicías metropolitanos a la PNB se debe a que
se necesita experiencia en la calle, agentes con práctica y
conocimiento. Por lo general, aunque no siempre, los policías que mueren
a manos del hampa suelen ser los más jóvenes e inexpertos”, señaló.
“Uno como policía entra a un barrio y se encuentra a los malandros
con un armamento que no existe en el cuerpo policial y que no podemos
enfrentar. Y eso es porque los militares venezolanos le están vendiendo
fusiles AR5 y granadas a los malandros. Yo he visto cómo le han lanzado
granadas a compañeros míos que han muerto destrozados. Los militares son
los causantes de este problema, entonces que ellos lo resuelvan. Porque
en Venezuela los policías tenemos dos enemigos: el gobierno y el
hampa”.
El discurso político sembró el resentimiento
En los últimos años, en Venezuela ha habido un alarmante repunte de
asesinatos de policías. El año 2014 cerró con 132 funcionarios caídos a
manos del hampa, un incremento del 32% con relación al 2013. Según
información suministrada por el criminólogo Fermín Mármol León y
difundida a través del portal www.maduradas.com, desde 2010 se han
contabilizado unas 800 muertes de efectivos por acción de la
delincuencia.
“Efectivamente, se ha perdido el respeto a los policías y hoy día son
blanco del hampa”, asegura José Delgado, criminólogo, ex oficial de la
Dirección de Servicios de Inteligencia y Prevención (rebautizada en 2009
por Hugo Chávez como Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional,
SEBIN) y actualmente presidente de la empresa Consultores de Riesgo
Premier 2010.
“El policía juega un rol preventivo, pero sale a trabajar en
desventaja contra el hampa que en la actualidad posee armas de alta
potencia, subametralladoras o pistolas con peines de 32 disparos, a
diferencia del arma de servicio con nueve tiros del agente”, explica.
“Por otro lado, muchos efectivos se abstienen de usar sus armas porque
pueden ir presos, por lo cual se limitan a cumplir con su deber, con
miedo. Y es que la Ley tal vez es muy severa con el funcionario, pero
¿por qué no lo es con el delincuente?”
Más información en Diario Las Américas.
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