Venezuela se encuentra sumida en una crisis sin precedentes, que cada
día se agudiza más y que ha llevado a los ciudadanos a buscar maneras
insólitas de sobrevivir y sortear las adversidades. Una de estas formas
de buscarse la vida es la que se ve a diario en la frontera con
Colombia, donde se ve transitar a un grupo de venezolanas que venden su
cabello para comprar alimentos. A continuación presentamos un trabajo
de Anggy Polanco para Reuters que recoge esta historia.
En la frontera con Colombia centenares de mujeres venezolanas han
encontrado una forma de conseguir dinero para comprar las medicinas y
alimentos que no consiguen en su país: vendiendo sus cabellos.
Al grito “¡Compramos pelo!”, una docena de intermediarios, mujeres y
hombres que se conocen como los “arrastradores”, se encargan de hacer la
propuesta apostados en el puente que sirve de paso fronterizo entre la
ciudad venezolana de San Antonio con La Parada, el primer poblado en
territorio colombiano.
La oferta, que surgió en septiembre, va en aumento, pues resulta
atractiva para mujeres humildes que encuentran cada vez más difícil
comprar bienes básicos, escasos y costosos en Venezuela, un país
petrolero con la inflación más alta del mundo.
Unas 200 mujeres al día aceptan el trato para cortarse el pelo en alguno de los siete improvisados puestos de La Parada,
según estimaciones de cinco de sus promotores. Los mechones de cabello
luego sirven para extensiones o pelucas que se venden en Cali, una
ciudad al occidente de Colombia.
Celina Gonzales, una vendedora informal de 45 años, es una de las
venezolanas que hizo la fila durante más de una hora para vender su
cabellera castaña de mediana longitud por 60.000 pesos colombianos, unos
20 dólares al cambio, que para ella representan la paga mínima mensual
en su país de origen.
“Vine a vender mi cabello porque sufro de artritis y necesito comprar medicinas”, dijo Gonzales para justificar una decisión que hasta entonces ocultó a su familia.
“Lo que me pagan no me alcanzará para mucho, pero me sirve para comprar calmantes para el dolor”, apuntó.
A cambio de comida
Desde mediados de año, son miles los venezolanos que cruzan de manera
formal los pasos fronterizos hacia Colombia, en busca de alimentos y
medicamentos escasos, una vez que los gobiernos de ambos países
acordaron la reapertura del tránsito peatonal, tras un cierre temporal
que ordenó el presidente venezolano Nicolás Maduro en 2015.
Meses antes, los venezolanos optaban por cruzar en botes o a pie los
límites fronterizos para conseguir los productos difíciles de comprar en
el país sudamericano, agobiado por la prolongada crisis económica.
El gobierno de Maduro, quien acusa a empresarios y opositores de
librar una guerra para derrocarlo, no respondió a una solicitud de
información de Reuters.
“Yo ofrezco comprar cabello a buen precio (…) Se les paga dependiendo del largo y si es abundante”, explicó Jenifer Niño, una “arrastradora” de 31 años, que conduce a las venezolanas a un salón de belleza que se instaló bajo un toldo en una acera.
“La gente se acerca por necesidad. La mayoría viene aquí con niños pequeños y luego de vender el cabello se van a comprar comida”, agregó.
No todas quedan complacidas con la operación y se quejan de la paga o
la forma en que les cortan el pelo. A otras simplemente las rechazan
por tener una melena poco abundante.
Maribel, una pobre mujer que vive en el estado fronterizo de Táchira,
fue una de las que no consiguió el dinero que esperaba en la nación
vecina.
“Estoy aquí porque no tengo nada que comer”, dijo, minutos antes de fracasar en el intento de vender parte de su pelo, que consideraron demasiado delgado y corto.
Información de Reuters
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