Apareció el que menos creíamos que iba a aparecer, el ex ministro de Economía Productiva, Luis Salas,
quien aseguró que el plan de abastecimiento complementario –vender
productos importados de Colombia y Brasil a precios internacionales- es una muy mala idea.
Salas, comentó en un artículo para el portal Aporrea que la medida tomada por el régimen era equivalente a “limpiar una ventana con una lija o apagar un fuego con gasolina”. Al mismo tiempo que especificaba que la medida iba en contra de la ley de precios justos “o en todo caso supone la generalización definitiva de su desacato por parte incluso del propio Estado”.
Por otra parte, dijo que poner en práctica el plan “dará
argumentos a todos los productores nacionales para ponerse también ellos
entonces ya oficialmente al margen de la ley (…), aduciendo –no sin
parte de razón– que los pone en posición de minusvalía”.
Finalmente, advirtió que el plan de abastecimiento complementario “establece
un precedente muy peligroso de retroceso de la democratización del
consumo –conquista histórica del pueblo venezolano en tiempos de
revolución– hacia la elitización del consumo”.
A continuación reproducimos el articulo íntegro:
Por lo general suele evaluarse el éxito o no de una política
económica a partir de sus objetivos manifiestos: si los cumple, es
buena; y si no, mala. Sin embargo, es un método erróneo, pues los
objetivos manifiestos de una política económica poco o nada nos pueden
decir en realidad de los resultados alcanzados, tan solo de los
deseados, lo que no necesariamente y casi nunca es lo mismo.
La valoración y predicción más rigurosa que se puede hacer del
resultado de una política económica parte de las herramientas de dicha
política. Es igual a lo que le pasa a alguien que quiera limpiar una
ventana: si lo hace con una lija en vez de una toalla o cepillo, con
toda probabilidad terminará ocurriendo que no la limpiará y más bien la
dañará, por más que su intención no sea esa. De la misma manera: puede
que los neoliberales y los economistas convencionales en general quieran
muy en el fondo de sí mismos solucionar problemas inflacionarios, de
injusta distribución de la riqueza, falta de crecimiento, etc. Pero el
problema no es ese: el problema es que lo hacen utilizando herramientas
que causan exactamente lo contrario.
Así las cosas, del llamado Plan de Abastecimiento Complementario
(PAC) puesto en práctica esta semana en el Distrito Capital, consistente
en colocar a la venta productos de consumo masivo importados de
Colombia y Brasil a “precios internacionales” como parte de “la lucha
contra la guerra económica”, lo primero que puede decirse es que parece
de todo menos una buena idea. O en todo caso, que lo es tanto como
limpiar una ventana con una lija o apagar un fuego con gasolina.
Seguramente sus promotores están llenos de las mejores
intenciones y realmente creen que es una buena idea, que dicho plan
servirá para mejorar el abastecimiento aumentando la oferta y que al
colocar los precios por debajo del marcador Cesta Ocariz o Cesta Petare
desestimularán el bachaqueo. Y que al desestimular el bachaqueo y
aumentar la oferta, las familias caraqueñas podrán adquirir por fin
normalmente los bienes que tanto necesitan. Sin embargo, son
varios y muy poderosos los factores que tributan en la dirección
contraria de tan buenos deseos.
En primer lugar hay algunos aspectos “técnicos” que vale la pena
destacar. Uno es la circulación de productos, cuyos precios están
regulados, a precios mayores al establecido por ley. No hay que ser
abogado para saber que eso implica que la medida entra en conflictos con
la ley de precios justos suspendiéndola de facto, o que en todo caso
supone la generalización definitiva de su desacato por parte incluso del
propio Estado. Esto además de que dará argumentos a todos los
productores nacionales para ponerse también ellos entonces ya
oficialmente al margen de la ley (inhabilitando o poniendo ruedas al ya
bastante complicado trabajo de la Sundde), aduciendo –no sin parte de
razón– que los pone en posición de minusvalía, siendo que los márgenes
de rentabilidad de los importadores resultan mucho mayores.
Este es un punto interesantísimo, pues, como es por todos
conocido, el problema histórico de los productos venezolanos ha sido más
bien el contrario: que salen más caros que los importados, lo que los
coloca en situación de desventaja. Sin embargo, en este caso pasa que
los productos importados son muchísimo más caros que los nacionales, lo
que resulta bastante complicado de entender incluso bajo el argumento de
no ser subsidiados.
Y resulta complicado de entender pues siempre se nos ha dicho que
el problema de la no productividad de la empresa privada venezolana es
la existencia de controles, más los costos elevados representados por la
mano de obra “cara”. De tal suerte, si la primera vara de medición de
esta supuesta distorsión son nuestros vecinos colombianos y brasileños,
donde no existe ni una ni otra cosa,
¿por qué entonces ahora lo que
producen allá sale mucho más caro que lo hecho acá?
Desde luego, la respuesta convencional y automática a esta
interrogante es la cambiaria. Pero revisemos este argumento. En los
precios que se están manejando –ver por ejemplo reportajes deLa Tabla y
de El Mundo– podemos destacar los casos de la harina de maíz y los
pañales. En cuanto a la primera, se trata de la versión de Harina Pan
fabricada por la Polar en Colombia, cuyo precio de venta marca en el PAC
Bs. 1.850 el kilo. Al día de hoy, sábado 15 de octubre de 2016, el tipo
de cambio en Colombia con respecto al dólar son 2.925 pesos. Y también
al día de hoy en Colombia, el precio de esa misma harina de maíz marca
3.500 pesos, o sea, a precio internacional: 1,20 dólares el kilo.
Lo que esto quiere decir es que la harina colombiana que está
distribuyéndose en el PAC, si la tomamos a tasa DIPRO, tiene un valor no
de 1,20 dólares, sino de 185. Ahora bien, si la tomamos a tasa DICOM,
que suponemos es lo que nos quieren decir con lo de no están
subsidiados, la diferencia se reduce considerablemente, y sin embargo,
nos está costando todavía el doble: pues en vez de 1,20 dólares el kilo
como es en Colombia se está vendiendo a 2,80. La única cuenta
que más o menos cuadra es cuando se toma como referencia la tasa ilegal
de today, ante lo que cabría preguntar si los diseñadores de este plan
reconocen como válida una tasa de cambio que el gobierno nacional, la
CEPAL y a estas alturas ya hasta un buen número de opositores, han
denunciado no solo como ilegal –cosa que todos sabemos– sino alejada de
toda realidad econométrica.
En el caso de los pañales pasa otro tanto. Desconocemos la marca,
pero en la lista publicada enEl Mundo, se observan los de niños, talla
G, en paquetes de 30 unidades, en Bs. 10.950. Un paquete equivalente, de
pañales marca Huggies en Colombia, tiene un precio promedio de 22.100
pesos, o lo que es lo mismo, de 7,59 dólares al tipo de cambio oficial
entre el peso y el dólar al día de hoy. Sin embargo, los pañales que se
están vendiendo en Caracas en el marco del PAC, si lo sacamos a tasa
DIPRO, tienen un costo de 1.095 dólares. Pero si lo sacamos a tasa
DICOM, todavía están exageradamente caros: a 16,6 dólares, lo que como
vemos es más del doble de su equivalente colombiano de aquel lado de la
frontera. De nuevo, el tipo de cambio que pareciera estar operando como
referencia en este caso es el ilegal del today, al que el propio
gobierno llama “tipo de cambio de guerra”.
Si tomamos en cuenta que este plan de abastecimiento se presentó
como una continuidad del llevado a cabo en San Cristóbal y en Maracaibo,
donde fue muy criticado por el disparo de precios que supuso, podemos
temer entonces que pueda oficialmente extenderse por todo el país, lo
que por cierto ya viene ocurriendo extraoficialmente. Y decimos temer,
pues además de lo ya dicho con respecto a alimentar la inflación,
desacatar desde estructuras del Estado una ley por la cual se están
poniendo sanciones a privados, así como dar validez de facto a tipos de
cambio ilegales que el Gobierno central y organismos internacionales han
denunciado como tal, lo que se está estimulando es la entrada de
importaciones en condiciones de ventaja e inclusive la descolocación de
la producción local, pues cualquier productor de este lado de la
frontera ya habrá entendido que si así es el tema, sale mejor producir
afuera para vender adentro. Es decir, la medida tomada promueve
exactamente lo contrario de lo que se ha propuesto en el marco de la
Agenda Económica Bolivariana y los motores productivos.
Con información de El Nacional
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