De una banda en Catia La Mar a pran de la PGV, así nació “Franklin Masacre”

El líder negativo del centro carcelario ubicado en Guárico, inició sus andanzas en un garito ilegal. Sus entradas y salidas de los centros penitenciarios lo hicieron escalar jerarquía en el mundo del crimen
 
Franklin Masacre, es hoy conocido como el pran que mantiene el control de la Penitenciaria General de Venezuela (PGV) | Foto: Referencial

Decir solo su nombre genera miedo. La gente prefiere guardar silencio. Estar en el anonimato para poder aportar cualquier dato que permita saber quien es Franklin Masacre, el pran de la Penitenciaria General de Venezuela (PGV), el centro carcelario ubicado en el estado Guárico, que se encuentra bajo su mando.

Pero Franklin Masacre no fue siempre esa cruel figura. En algún momento fue tan solo Franklin Paúl Hernández Quezada, el hijo de Luis Hernández y Maritza Quezada, que nació un 12 de septiembre de 1972, en el hospital Dr. José María Vargas, conocido como el Seguro Social de La Guaira. De ser un adolescente problemático, perteneciente a una banda de poca monta e iniciar sus acciones ilegales en un garito ubicado en los bloques de la Páez, en Catia La Mar, se transformó, con cada uno de sus ingresos y salidas de centros de reclusión, en un cabecilla de banda, violento y sanguinario.

“Entre 1988 y 1990, él era un chamo y se la pasaba en los bloques de la Páez. Allí se juntó con otros mala conducta. Lo de él era apostar. En uno de los apartamentos montaron un garito y se ganaba buena plata. La cosa se echó a perder cuando la droga entró al panorama. Entonces el apartamento pasó a ser un laboratorio, un lugar para empacar. Claro él no era el cabecilla, era más bien uno más. Se compró buena ropa, una moto y salía a fiestear”, cuenta un familiar de Hernández Quezada, que aún habita en el barrio Ezequiel Zamora de Catia La Mar, donde también vivió el pran en una residencia sin número ubicada en la primera vereda. La mujer, entrada en años, pide que no se le identifique, por temor. “Hoy día creo que puede darle un pepazo a cualquiera”.

En estos inicios lo llamaban “El Franklin”. Otros le decían “El Viro – Viro”, un alías que les permitía burlarse de un defecto visual y transformar el remoquete de “virolo”. Hoy en la PGV, hay reos que lo llaman por ese apodo o como “Franklin La Guaira”. Otros prefieren el nombre que le inyecta más violencia.
Las apuestas y el tráfico de estupefacientes se fueron quedando cortos. Así Hernández Quezada comenzó a organizar su banda. Cometían asaltos en centros de apuestas. Mientras unos fichaban a los que ganaban, otros los perseguían y asaltaban al salir de los locales, donde él mismo era cliente.

20 años contra el sistema

Es hasta 1996 cuando el nombre de Hernández Quezada es registrado por los cuerpos de seguridad del Estado, en esta ocasión por lesiones personales. En 1997 otro registro policial fue abierto a su nombre, pero en esta ocasión el crimen investigado fue homicidio. Ambas causas prescribieron. En espera de juicio o investigación permaneció un año recluido en una celda de la entonces Policía Técnica Judicial (PTJ), que funcionaba en la urbanización Vargas en Pariata.

“Cuando volvió del primer encierro ya no era el mismo. Se volvió violento hasta con quienes eran sus compinches. Mi hijo quiso salirse de lo de las apuestas y de la venta de droga. Y “El Viro – Viro” le dijo que no. Mi hijo insistió. A los tres días envió a sus hombres a que le dieran un tiro en la cabeza cuando estaba en el pasillo del bloque. Fue el modo de decir quien manda”, cuenta María Rada, ex residente de los bloques de la Páez y cuyo hijo fue asesinado. Su crimen nunca fue resuelto, pero ella asegura que ese que hoy es el pran que envía video a la ministra Iris Valera, fue el que mandó a matarlo. En los siguientes seis años, el hombre fue adquiriendo fama de violento y temperamental.

En marzo del año 2003, Hernández Quezada y parte de su banda fueron capturados tras un enfrentamiento y persecución con efectivos de la Policía Municipal de Vargas. Habían cometido un robo a un apostador que salía de un local de remate de caballos, al final de la avenida La Atlántida de Catia La Mar. En esa ocasión fue juzgado por robo a mano armada, resistirse a la autoridad y posesión ilegal de arma de fuego. Mientras se seguía el juicio fue recluido en la cárcel de La Planta en El Paraíso en Caracas. Un año después fue sentenciado a ocho años de prisión y remitido a la PGV. Esa fue su primera visita al centro carcelario de los llanos. Su fama de resolver cualquier conflicto con la vida de su oponente lo hizo ganar el respeto de la población de privados de libertad.

“Aún no había esta situación de los pranes y esta sociedad paralela y descontrolada dentro de las cárceles, que existe en los actuales momentos, pues aun había cierto control de los recintos penitenciarios, sin embargo Franklin Masacre comenzó a hacer importantes nexos que le servirían de base para sus futuros negocios y ampliar su campo de acción”, cuenta un funcionario de la Policía del estado Vargas, que no quiso ser identificado.

De acuerdo con el funcionario, “la actuación laxa de la justicia en Venezuela es la que ha promovido la figura del pran y su desarrollo. En el caso de Franklin Masacre, lo beneficiaron hasta con medidas especiales, dándole cancha para cometer sus fechorías”.

El efectivo policial se refiere a la decisión del Tribunal Segundo de Primera Instancia Penal de Ejecución de Vargas, que le otorgó una medida de régimen abierto en 2006, siendo remitido al Centro de Tratamiento Comunitario Dr. José Agustín Méndez Urosa, ubicado en la esquina de Navarrete en el casco central de Maiquetía. Allí, se supone, que los reos son monitoreados, trabajan durante el día y pernoctan en la noche en el centro.

En este centro no reposan archivos de Hernández Quezada y los alguaciles que trabajaban en esa época en la institución ya no prestan servicio. Los únicos documentos que avalan que el pran estuvo allí, son dos solicitudes de reposos médicos, remitidos por el hospital naval de Catia La Mar, donde se dejaba constancia de la imposibilidad de trabajar del referido recluso, quien padecía problemas estomacales. En esas oportunidades, los abogados de Hernández Quezada solicitaron que el reposo fuera hecho en su casa. En ambas ocasiones la solicitud fue negada.

Finalmente en 2010, el mismo tribunal, a través de otro beneficio procesal, le otorgó libertad plena.

“A su salida Franklin Masacre decide reagruparse y organizar una nueva estrategia para el crimen. Amplió su rango de acción con robo de carros, extorsión y secuestro, operandoen Caracas, pero enconchados en Vargas. En su primera estadía en la cárcel de San Juan, aprendió a operar y conseguir el pago de los rescates de manera directa a la cárcel. Así se consolidó su poderío”, aseveró el secretario de Seguridad Ciudadana de Vargas, Andrés Goncalves.

El funcionario asegura que la lucha sin cuartel contra esas organizaciones delictivas en Vargas fue lo que llevó a “Franklin La Guaira” a recluirse voluntariamente en la PGV, desde diciembre del año 2015, en busca de un lugar seguro para seguir cometiendo sus actos delictivos. Allí destronó a otro líder negativo, “El Ratón”, e inició un reinado que incluye muertes, amputaciones, fosas comunes y castigos, para quien ose perturbar su ganancia, arrasando con reos, familiares o custodios.

El negocio redondo

En la PGV cada recluso debe pagar una especie de cuota de mantenimiento. Es lo que llaman “la causa”, una cifra semanal de Bs. 2.500 que se le cancela al pran por su protección.

A mediados de este año el negocio en el penal comenzó a ser menos lucrativo, pues la población de reos disminuyó por los beneficios procesales que se aplicaron entre 2014 y 2016.

En agosto de este año, “Franklin Masacre” hizo una jugada para revertir la baja en el negocio: secuestró a 42 trabajadores del penal e hizo su petición: el Ministerio para Servicios Penitenciarios debía transferir de otros centros a unos 2 mil privados de libertad, para que comenzaran a pagarle “la causa”.

De acuerdo a datos suministrados por diversas ONG´s, como Observatorio Venezolano de Prisiones, las autoridades cedieron a la petición del líder delictivo, aunque sin anuncio oficial. Tras 23 días de caos los trabajadores fueron liberados y comenzaron a llegar a la PGV reos de diversos centros de reclusión del país.

La excusa fue descongestionar otros recintos carcelarios, aunque fuentes policiales aseguran que ese fue un triunfo de Hernández Quezada sobre la ministra Varela, una medición de fuerzas que aun no concluye y en donde “Franklin Masacre” parece ganar la apuesta.

Fuente: elpitazo

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