Redacción Internacional, 11 mar (EFE).- El “tsunami”, como el desatado tras el potente terremoto registrado hoy en Japón, es una gran ola o una serie de olas producidas en una masa de agua por el empuje violento de una fuerza que la desplaza verticalmente.
Este término es de origen japonés -compuesto de “tsu” que significa  “puerto” y de “nami” que significa “ola”- y fue adoptado en un congreso  de 1963.
Las olas que forman el “tsunami” llegan a la costa separadas entre sí por unos quince o veinte minutos.
Después de la primera ola, el mar desciende
La primera no suele ser la más alta, sino que es muy parecida a las normales; después se produce un impresionante descenso del nivel del mar seguido por la primera ola gigantesca, y a continuación por varias más.
Antiguamente se les llamaba “marejadas”, “maremotos” u “ondas  sísmicas marinas”, pero estos términos han ido quedando obsoletos, al no  describir adecuadamente el fenómeno. Los dos primeros implican  movimientos de marea, un fenómeno diferente provocado por la atracción  gravitacional ejercida por los planetas, el Sol y la Luna.
Los terremotos son la mayor causa de “tsunamis”, aunque  también pueden provocarlos volcanes, meteoritos, derrumbes costeros o  subterráneos e incluso explosiones de gran magnitud.
Para que un terremoto origine un “tsunami” el fondo marino debe ser  movido abruptamente en sentido vertical, de modo que el océano es  impulsado fuera de su equilibrio normal. Cuando esa inmensa masa de agua  trata de recuperar su equilibrio, se generan las olas.
El tamaño del “tsunami” está determinado por la magnitud de la deformación vertical del fondo marino.
Escalas y alertas
Existen escalas para describir la energía de los “tsunamis”, aunque, a  diferencia de los terremotos, se basan fundamentalmente en las  manifestaciones en la costa.
Aunque no hay mecanismos para predecir terremotos, sí los hay para alertar del “tsunami” antes de su llegada a la costa, pues su velocidad de propagación es mucho menor que la de las ondas sísmicas.
La alerta de “tsunamis” funciona eficazmente y desde hace años en  Japón y en EEUU. El sistema de alarma en el Pacífico se estableció  después de que en 1946 el “tsunami” que siguió a un terremoto en las  islas Aleutianas causara 165 muertos en Hawai y Alaska.
Aunque cualquier océano puede experimentar un “tsunami”, es más frecuente que ocurran en el Pacífico,  cuyas márgenes son asiento de terremotos de magnitudes considerables  (especialmente las costas de Chile, Perú y Japón). Sin embargo, también  hubo olas gigantes importantes en el Atlántico e Indico, y en el mar  Mediterráneo.
Un gran “tsunami” acompañó los terremotos de Lisboa en 1755, del Paso  de Mona de Puerto Rico en 1918 y de Grand Banks de Canadá en 1929.
El seísmo de Lisboa, el 1 de noviembre 1755, tuvo su epicentro en el  mar, al suroeste del Cabo San Vicente, y sus olas de doce metros  arrasaron las costas de españolas Huelva y Cádiz causando unos 2.000  muertos.
El “tsunami” más devastador hasta ahora ocurrió el 26 de diciembre 2004,  tras un terremoto de 8,9 grados en la escala Richter con epicentro  frente a la isla indonesia de Sumatra, y causó casi 230.000 muertos, la  mayoría de ellos en Indonesia, aunque también afectó a Sri Lanka, India,  Tailandia, Somalia y las Islas Maldivas, entre otros países.

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