El economista Ricardo Penfold estima que el gobieno madurista no ha
tomado las decisiones más acertadas, y la del billete del 100 bolívares
se suma a ellas. El trasfondo de la polémica decisión que generó
desastres en en el país estaría relacionado con la inflación.
El economista asegura que, “si no se resuelve el problema
inflacionario-fiscal el nuevo cono monetario va a padecer la misma
suerte que los billetes de 100“. Un tema que afectaría directamente a la población.
A continuación el artículo:
Históricamente, Venezuela se ha caracterizado por períodos puntuales
de aceleración inflacionaria: cuando caen los precios del petróleo y el
Gobierno se ve obligado a devaluar la moneda. Sin embargo, esta
arremetida inflacionaria comienza en el 2013 cuando los precios del
petróleo estaban en su pico histórico. Esto muestra que la política
económica del chavismo era ya inviable con el precio del petróleo a 100
dólares por barril. Las inconsistencias en la política económica se
exacerban en el 2014 con la caída en el precio del petróleo y son
reflejadas en la explosión inflacionaria y del cambio paralelo.
Lamentablemente no tenemos datos oficiales de inflación para saber dónde
se encuentra para 2016, pero estimaciones extraoficiales de economistas
la ubican sobre 500%.
¿Qué pasó en el 2013 que a pesar de elevados precios del petróleo
la inflación comienza a acelerarse?
La explicación es muy sencilla: el BCV se convirtió en una fuente
fundamental de financiamiento para el Gobierno. Es importante notar que
hasta el 2009 el financiamiento del BCV al Gobierno fue cero y, a partir
de ese año, comenzó la gran fiesta. El financiamiento del BCV al
Gobierno produce un aumento de la base monetaria y de los demás
agregados monetarios; si no hay un aumento proporcional de la demanda de
dinero o el BCV recoge liquidez, o el financiamiento monetario se
traduce en inflación y presión sobre el tipo de cambio. En el Gráfico 2
expresamos la base monetaria, el índice de precio al consumidor y el
tipo de cambio paralelo desde enero del 2005 con ese mes como base 1 y
vemos cómo dichos indicadores se comportan de manera muy parecida y
exponencial. A partir del 2013, con el desborde en el financiamiento
monetario se pierde el ancla monetaria y cambiaria; ambas variables se
van a la deriva.
¿Qué tan importante ha sido el financiamiento del Banco Central al Gobierno?
En la Tabla 1 podemos apreciar la importancia para el Gobierno del
financiamiento monetario. Este financiamiento llega a un pico de 11% del
PIB en el 2013 y a un estimado 9,6% del PIB en el 2016. Si lo medimos
como porcentaje de las exportaciones petroleras (medida al tipo de
cambio reportado por PDVSA en sus balances financieros hasta el 2015 y
al cambio Dicom para el 2016) los préstamos del BCV al Gobierno alcanzan
el 46% en el 2013 y a un estimado de 21% en el 2016. El financiamiento
al Gobierno, como lo queramos medir, es significativo y genera enormes
presiones monetarias. Por tanto, para comenzar a resolver este problema
inflacionario, el Gobierno debe abordar el problema fiscal y así
eliminar el financiamiento monetario.
El nivel de ajuste fiscal sería significativo y una reforma fiscal
contemplaría una reducción del gasto público además de una reforma
impositiva. Es también clave para la reforma fiscal la política
cambiaria ya que el tipo de cambio es crítico para las finanzas públicas
de Venezuela al afectar la contribución fiscal de PDVSA. La magnitud de
la reforma fiscal no está clara dada la falta de datos sobre las
cuentas fiscales del Gobierno Central y consolidado. Un buen programa de
ajuste que permita que Venezuela tenga acceso a los mercados de
capitales internacionales y que se refleje en un aumento en la demanda
de dinero, podría reducir el financiamiento monetario a un nivel que
baje la presión inflacionaria significativamente. Países que han pasado
por eventos hiperinflacionarios muestran que su origen es fiscal y que
son finalmente vencidos solo con un programa de reforma fiscal creíble.
El Gobierno no ha querido asumir un programa de consolidación fiscal y
ante la falta de financiamiento internacional continúa recurriendo al
financiamiento monetario. El BCV, para restringir la liquidez y evitar
así el espiral inflacionario, ha podido restringir la liquidez
aumentando la deuda del instituto emisor con títulos de estabilización
monetaria, pero ha optado por no hacerlo. Sin embargo, la emisión de
deuda del BCV para restringir la liquidez sería un esfuerzo de corto
aliento si no es acompañado por una consolidación fiscal. La dinámica de
la deuda del BCV se haría insostenible y se vería obligado
eventualmente a abandonar esta política monetaria restrictiva con un
consecuente espiral inflacionario.
¿Cambiaría la dinámica económica actual si el Gobierno elimina el efectivo en Venezuela?
Supongamos que toda la población venezolana tiene cuentas bancarias
con tarjetas de crédito y débito, teléfonos inteligentes, que existiera
bandas de Internet 4G y pudiéramos pagar con el celular o tarjeta
inteligente en las bodegas de los barrios y en los minibuses. En este
supuesto, el efectivo sería superfluo pero la inflación no desaparecería
ni la presión sobre el tipo de cambio. Lo que habría es una
recomposición de los agregados monetarios. La base monetaria la componen
los depósitos del sistema financiero en el BCV y los billetes y monedas
en circulación. En nuestro caso hipotético de que los billetes y
monedas cayeran a cero, los depósitos del sistema financiero en el BCV
aumentarían al igual que los depósitos del público en el sistema
financiero y la liquidez no se vería afectada. Lo que influye sobre la
inflación es el crecimiento de los agregados monetarios y no su
composición. Si el BCV continúa financiando al Gobierno, la política
fiscal reflejada en la expansión de los agregados monetarios continuaría
inyectándole adrenalina a la inflación.
Niveles elevados de inflación causan grandes distorsiones que afectan
el día a día del venezolano. La inflación devalúa el valor de los
billetes y monedas al punto de que el valor en uso de los mismos llega a
ser más elevado que su valor en cambio. Durante la crisis financiera
del segundo gobierno de Caldera, las monedas desaparecieron porque el
valor del metálico con que estaban hechas era mayor que lo que la moneda
podía comprar. Las monedas se esfumaron del país; fueron derretidas y
vendidas como metal. Recuerdo, durante este período, pagar con un
billete un pasaje de autobús y recibir a cambio caramelos porque las
monedas habían desaparecido. Lo mismo está pasando ahora. Según el
Gobierno, un billete de 100 bolívares puede ser vendido por 1,3 dólares
en Colombia cuando el mismo cuesta dos centavos de dólares en Venezuela
(al cambio paralelo); los billetes de 100 están encontrando mejor uso
como cuadernos o libros colombianos, ucraniano y checos según esta
tesis. Es el mismo problema que tenemos con la gasolina y alimentos y
medicinas que el Gobierno vende a precios muy por debajo del precio
internacional; es negocio contrabandear estos bienes a países donde se
pueden vender más caros. Si no se resuelve el problema
inflacionario-fiscal el nuevo cono monetario va a padecer la misma
suerte que los billetes de 100. Llegará un punto en el que la inflación
hará que el valor del papel con que están hechos los billetes sea mayor
que lo que puedan comprar en Venezuela y los billetes volverán a
emigrar.
En este entorno de elevada y creciente inflación entiendo por qué el
Gobierno quiere emitir billetes de más elevada denominación, ya que
cargar un bulto de billetes de 100 para hacer mercado es muy complicado.
Lo que no entiendo es la implementación que han optado. Sacar todos los
billetes de circulación sin tener los nuevos billetes le causa
problemas muy serios a la población que no está bancarizada y depende
del efectivo para su día a día, sobre todo durante las fechas festivas
cuando la demanda por efectivo aumenta. Con esta medida el venezolano de
menos ingresos que no tiene cuenta bancaria es el más perjudicado.
El Gobierno o no entiende la raíz del problema o no quiere asumir el
costo político de reformar radicalmente su política económica. Su
reacción ha sido consistente: implementar mayores controles, aislar al
país del mundo y destruir la capacidad de generar empleo con lo que
exacerba los problemas económicos y sociales y aumenta el costo de
solucionarlos. Con esta política el Gobierno lleva al país hacia un
colapso cada vez más agudo. Un colapso de dimensiones difíciles de
imaginar.
Con información de Prodavinci
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