Su trabajo es cuidar la vida de presidentes, políticos, diputados,
gobernadores, alcaldes y empresarios venezolanos. Pasan el mayor tiempo
de sus días en camionetas blindadas y armados “hasta los dientes” para
defender a sus jefes. Pero cada noche, al regresar a sus viviendas,
también pueden chocar con la ola de violencia e inseguridad.
El asesinato de la Miss Venezuela 2004, Mónica Spear en enero de 2014
desencadenó la ola de crímenes que cerró con más de 24 mil homicidios
ese año, esto según un reporte del Observatorio Venezolano de Violencia
(OVV). Con la pobreza en aumento, el derrumbe de la economía petrolera y
la batalla por sobrevivir, son pocos los que pueden contratar escoltas
para proteger su vida.
En 2014, más de 100 guardaespaldas pertenecientes al Gobierno fueron
asesinados en Venezuela. La cuenta incluye por lo menos, a seis miembros
de la guardia presidencial. El guardaespaldas de la primera dama, Cilia
Flores fue uno de ellos.
Los números siguen incrementando. Pasados casi cinco meses de 2015,
según cifras extraoficiales, más de 10 escoltas han perdido la vida en
Venezuela a manos del hampa, incluyendo hombres cercanos al ministro
para la Educación, Héctor Rodríguez; y el alcalde del municipio
Carrizal, en Miranda, José Luis Rodríguez.
Habla uno de ellos: “Lo que gano no alcanzaría para pagar mi
velorio”. Un escolta de un empresario del municipio San Francisco, quien
prefirió no identificarse, admitió que cada vez que le toca salir a
trabajar en su motocicleta ataviado con un chaleco antibalas, chaqueta,
guantes, radio y su pistola 9 milímetros de un costado, no sabe si
regresará. “Me persigno al salir y le pido a “La Chinita” poder regresar
con vida para estar con mi hija y esposa”.
Más información en Versión Final.
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