En Venezuela, la crisis ha pegado fuerte sobre todo a aquellas familias numerosas que no cuentan con un “respaldo” económico. Tal es el caso de Karelys Lozano, una madre venezolana del estado Zulia, cuya crisis económica y escasez de alimentos le han hecho dividir los días entre “buenos” y malos”.
A veces su salvación es la red de distribución de alimentos Mercal, la cual no llega casi a las calles de tierra de su barrio de Las Trinitarias, en Maracaibo, y puede comprar pollo, arroz y mantequilla para dárselo a sus cinco hijos de entre 2 y 12 años. O a veces, debe conformarse con hacerles un jugo de guayaba o inventarse lo que ella llama “sopa de mentira”, un caldo que hace con alguna verdura o granos, pero sin mucha sustancia, así lo reseñó Univisión.
La desesperación la hace empeñar algún objeto de los pocos que tiene en su casa para comprar comida y a veces las autoridades locales o los vecinos le regalan algo, como la Navidad pasada, cuando ayudó a su vecina a hacer hallacas y esta le regaló varias para que pudiera cenar con sus hijos. “Cuando no tengo es duro. Trato de hacer cualquier cosita, de pedir… Más que todo para los niños, porque siempre pienso en ellos primero”, confiesa.
A sus 30 años y a punto de dar a luz a su séptimo hijo, Karelys no tiene un trabajo formal (cuando puede compra algunos productos para revender y sacar algún dinero) y tampoco cuenta con el apoyo del papá de los niños, que está en la cárcel. Pero su peor desgracia se produjo a finales del mes pasado, cuando perdió a uno de sus hijos menores, Jhan Marco, por una enfermedad.
Los médicos le habían dicho que sólo un milagro podría salvarlo, pero la falta de alimentos y tratamientos adecuados se impuso y el pasado 23 de septiembre falleció.
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