2011-2012, claves de la política china

A finales de enero, como todos los años, el Observatorio de la Política China publicó su informe anual del 2011. Se trata de uno de los pocos documentos en español que aborda de forma periódica, profunda y esquemática los principales acontecimientos vividos en el país en los últimos 365 días. Dirigido por Xulio Ríos, este informe (que se lleva realizando desde el 2007) es una guía útil, equilibra y objetiva de la situación global que vive el país y de lo que podemos esperar en el futuro inmediato.

Uno de los aspectos más interesantes del Informe es la descripción de las distintas tendencias que conviven dentro del Partido Comunista de China (PCCh). Aunque él mismo se presente como una institución política unida, firme e inquebrantable, lo cierto es que en su seno se reparten el poder distintas personalidades políticas, grupos regionales, tendencias ideológicas e intereses económicos. A grandes rasgos, y sobre todo pensando en el desarrollo futuro del país, se podría hablar de dos grandes bandos: por un lado, el sector del PCCh que aboga por la férrea unión entre el gobierno, las empresas públicas y los bancos, para seguir de alguna forma con el actual capitalismo de estado; por otro, una tendencia más liberal que estaría interesada en dar más importancia al sector privado para culminar muchas de las reformas emprendidas en las últimas décadas. De especial relevancia se presenta lo que el Informe Anual del Observatorio de la Política China define como la “experiencia de Chongqing”.
La otra referencia importante del año [2011] es la “experiencia de Chongqing”. En este mu­nicipio subordinado directamente al poder central, Bo Xilai con aspiraciones a figurar en el Comité Permanente del Politburó Político que salga del XVIII Congreso del PCCh, ha sido el ariete de un camino diferente para plasmar lo que oficialmente se denomina “economía socialista de mercado”, poniendo el acento en la redistribución de las rentas, la cogestión, control del mercado y una presen­cia pública importante en el orden económico, repunte ideológico, etc. Esta hipotética tercera vía quiere presentarse como una alternativa so­cialdemócrata singular entre el inmovilismo y la democratización de signo occidental, si bien ha alentado toda una explosión de neomaoís­mo cuyo auge motivó incluso un desmentido oficial del PCCh de cualquier cambio de rumbo en el plano ideológico. Pero la evocación am­nésica de la simbología del maoísmo fue de tal magnitud que algunos no dudan en calificar 2011 como el año de la “cultura roja”.
Aunque el informe habla muchas veces en clave de política interna, una de las partes más interesantes se refiere precisamente a las influencias que durante el 2011 China recibió desde el extranjero. Dos serían las más importantes: las revoluciones en el mundo árabe y la crisis en Europa. Ambas suponen nuevos problemas para el gobierno chino, tanto en el ámbito político como en el económico. Una de las ideas más interesantes es precisamente el miedo que existe en Pekín a que puedan unirse las crisis internas con los acontecimientos en el extranjero:
Para el PCCh el mayor reto político consis­te en preservar su legitimidad ante una posible aceleración de los acontecimientos en virtud de crisis externas y una evolución agravada de las tensiones internas. Existe temor a sucumbir ante el auge de los conflictos endógenos (refle­jados en multitud de movilizaciones con nom­bre propio: Huzhou, Wukan, Hainan, Dalian…) que ponen en grave aprieto la capacidad de un gobierno que abriga tradicionalmente un temor visceral a los desórdenes. Los bloqueos sistémicos y las contradicciones del modelo de desarrollo enervan las tensiones. Pero también existe temor al contagio de dinámicas exter­nas como la vivida en el norte de África, si bien las concentraciones convocadas en Beijing, Shanghai y otras 11 ciudades a finales de fe­brero tuvieron muy escaso eco. La convergen­cia de ambas tendencias puede generar mo­mentos críticos de difícil manejo para el PCCh.
A pesar de lo interesante que ha sido el 2011, lo cierto es que todas las miradas están ya puestas en lo que va a pasar durante el 2012 y el 2013, cuando se consumará el mayor cambio de poder de los últimos años. Toca cambiar de Secretario General, de Presidente y de Primer Ministro, y en principio siete de los nueve miembros del Politburó Permanente abandonarán sus puestos:
[...] será la celebración del XVIII Congreso del Partido Comunista de China quien con­centre toda la atención. En primer lugar, por­que se prevé un importante número de cam­bios en la dirigencia, los mayores de los últimos treinta años, lo que supondrá un ejercicio de consenso sin igual para disipar los rumores de fractura (proyecciones de poder de Jiang Ze­min, de Li Peng, de Zhu Rongji, Zeng Qinghong, todos ellos en la segunda línea, junto con las ambiciones de Wang Qishan en detrimento de Li Keqiang, la rivalidad Bo Xilai –Chongqing- y Wang Yang –Guangdong-, etc.). En segundo lugar, por la naturaleza del debate de ideas, entre los partidarios de una verdadera reforma política, el continuismo actual, más reformismo económico o el impulso a una tercera vía entre el inmovilismo y el liberalismo inspirado en Oc­cidente, tendencias que en los últimos meses han sido objeto de particular atención en las publicaciones internas del PCCh. Por último, cabe imaginar que la imposible conciliación de la tradicional tendencia a la opacidad en este tipo de eventos y las demandas informativas de una sociedad que intentará satisfacer a través de la Red nos mostrará una nueva fractura en­tre el poder y la sociedad. Todo ello confiere a este congreso una gran relevancia en un clima que bien pudiera calificarse de fin de época.
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