AL UAYFIA, 20 marzo 2011 (AFP) - Cañones de artillería calcinados y tanques destrozados yacían el domingo junto a los cadáveres de combatientes subsaharianos vestidos con el uniforme kaki de las fuerzas de Gadafi en un campo bombardeado por la coalición a las puertas de Bengasi, bastión rebelde en el este de Libia.
Es aquí, a 35 kilómetros al oeste de Bengasi, que los aviones franceses atacaron desde primeras horas de la mañana del domingo decenas de vehículos militares estacionados de las fuerzas leales al dictador.
La operación aérea, dirigida por la coalición internacional, “cazabombarderos franceses”, según los rebeldes, se inició hacia las 03H30 GMT, y duró unas dos horas, según informaron los insurgentes.
Muchos habitantes curiosos de Bengasi se agolpaban en la mañana alrededor de un carro T72 y un T55, y de un lanzador de cohetes GRAD, inmovilizados o ya inofensivos.
Algunos tomaban fotos, otros hurgaban en los bolsillos de los cadáveres. Los rebeldes pidieron que pararan y respetaran a estos muertos, “que también son musulmanes” y que les ayudaran a trasladarlos para su entierro.
Los insurgentes también buscaban municiones que aún no habían explotado, en medio de la chatarra para recuperarlas.
En los enfrentamientos con las fuerzas de Gadafi, la debilidad armamentística de los rebeldes forzó su retirada en los últimos días.
El viernes por la noche y el sábado por la mañana, el ejército del régimen lanzó una gran ofensiva sobre Bengasi y amenazó la parte oeste de la ciudad costera.
Este último ataque, que se produjo después de que Trípoli proclamara un alto el fuego, dejó al menos 90 muertos, entre civiles y rebeldes, según fuentes médicas.
“Ayer (sábado), recibimos 50 cadáveres y hoy (domingo) hemos certificado 35 muertes”, indicó a la AFP el doctor Jaled Mugasabi, del hospital de Jala, situado en el centro de Bengasi.
Asimismo, los periodistas de la AFP constataron los cuerpos sin vida de 9 combatientes del régimen libio en la sala del centro hospitalario. Mientras tanto, los heridos están siendo atendidos por los médicos.
Algunos cuerpos están completamente quemados, mientras que otros muestran signos de bala en la cabeza.
Mismar Ibrahim, de 35 años, herido por disparos en una carretera al oeste de Bengasi, relata que “cada vez que caminaba cinco metros, una bomba explotaba” y añadió que anduvo durante cinco horas por el desierto para llegar al hospital.
Entre las víctimas, se encontraban niños y ancianos, mientras que muchas personas buscaban desesperadamente a miembros de sus familias.
“Busco a mi primo en el hospital. Hay mucha gente que desconoce el paradero de sus familiares, personas que se marcharon para luchar contra Gadafi y que nunca regresaron”, cuenta Jaled Mohamad.
En el trayecto desde Bengasi a Al Uayfia, unos cinco tanques estaban prácticamente inutilizados, casi destruidos. Los rebeldes intentaban ponerlos en marcha sin éxito.
La carretera está llena de vehículos de muchas personas que quieren ver los lugares bombardeados, la derrota de los hombres de Gadafi.
Al fondo, se divisaban columnas de humo negro. A cinco kilómetros hacia el oeste, había todavía señales de las fuerzas leales a Gadafi, sin apreciar ningún movimiento. Este domingo, la calma parecía reinar en Bengasi.
Por Patrick Baz
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