Las diez plagas de Egipto, famosamente reseñadas en la Biblia,
reviven por estos días en el continente americano, en Venezuela. Allá,
sus habitantes sufren lo indecible.
El Gobierno, primero de Hugo Chávez y
ahora del excesivamente incompetente de Nicolás Maduro, parecen haberse
confabulado para llevar todo lo malo posible y juntarlo en un averno
macabro. Los venezolanos sufren con la delicuencia, la falta de
alimentos, la carencia de medicinas, la rampante corrupción, una
inflación que corre tan rápido como bólido de Fórmula 1, y encima los
apagones eléctricos y las interminables sequías.
Esta enciclopedia que recopila las aristas más visibles de la
ineptitud chavista está agobiando más que nunca desde 1998 a la sociedad
venezolana, una señal que pudiera devenir en la tragedia que significa
el estallido social. Ya el país lo ha sufrido en carne propia, tal como
sucedió con los sucesos conocidos como “El Caracazo”, un explosión que
sacudió a la nación en 1989, y que produjo oficialmente 267 muertos,
aunque hay quien estima que hubo mucho más.
Maduro, el chavismo y los militares no parecen entender el peligro
que encierra una detonación popular, el típico descuido de los que se
creen omnipotentes y de los que jamás miden el pulso de la calle. O
quizás sí lo saben y lo que hay es un motivo mucho más oscuro para ello,
tratar de incentivar el reventón para justificar su salida del poder en
calidad de víctima y así eventualmente buscar de nuevo el poder.
Más allá de los posibles motivos, lo que sí es una certeza es el
avance –a paso de vencedores como le gustaba decir al finado Chávez-
hacia el abismo, hacia la indigencia total de una sociedad venezolana,
que cada vez se siente más miserable. Al final, esa es la apuesta de la
aberración esa que hicieron llamar Socialismo del Siglo XXI, la
infelicidad y desesperanza de sus habitantes.
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