Escasez, colas y un bolívar que se hunde cada vez más con el tránsito de los
meses: 2015 ha puesto al desnudo las fallas que en materia económica ha dejado
el gobierno de Nicolás Maduro.
“El tema político está concentrando el interés nacional, pero hay un tema
superior: la crisis económica, que es un tema que el gobierno no toma en
cuenta. El clímax de la crisis no lo hemos alcanzado. 2016 va a ser un año
complejo al respecto”, Vladimir Roa explica que el
de gobierno de Maduro diseña estrategias
para desviar las atenciones sobre ello.
Ninguna proyección seria de cuantas se han hecho sobre la economía
venezolana ha previsto una mejora para el año 2016.
Cada una de las medidas económicas que han sido
adoptadas por el Gobierno tiende a profundizar el control de precios, el
control de cambio y los impagos de deudas. Es decir: decisiones que fortalecen
la raíz del problema. Así, la posibilidad de que la economía venezolana mejore
en 2016 ha quedado reducida a que haya un milagro en el mercado petrolero. Y no
hay ninguno a la vista.
Cuando los ingresos petroleros han descendido a
menos de la mitad, el gobierno no ha presentado ningún plan de ajuste de
gastos, más allá de recortar las asignaciones de divisas al sector privado e
impagar deudas comerciales con los proveedores internacionales, creando con
esto más desabastecimiento. Además, parecen no entender que el intento de
sustituir la producción privada por pública, a través de expropiaciones e
intervenciones, ha sido un fracaso. Ni que el aumento desproporcionado de la
participación de importaciones públicas por encima de las privadas es,
simplemente, desastroso.
En una crisis de divisas inédita y en medio de
una caída brutal de los ingreso, pretenden mantener los subsidios en dólares,
generando demanda infinita e incapacidad de atenderla. Por ejemplo: el gobierno
mantiene el subsidio regresivo a la gasolina (donde tira a basura más de 12 mil
millones de dólares), mientras restringe las divisas para garantizar materias
primas, insumos, maquinarias y equipos, medicamentos e insumos médicos, entre
otros.
Trazan un círculo perverso de desinversión y
desabastecimiento que demuestra que no hay una estrategia organizada para
garantizar el suministro de bienes y servicios. Y, mientras eso pasa, el
gobierno no logra avanzar en liberar los bloqueadores a la producción petrolera
privada, algo que les generaría oxígeno indispensable para respirar en esta
crisis.
Y parece que desde el Ejecutivo Nacional nadie
está pensando en atender el desabastecimiento con políticas integrales de
estímulo a la producción y a la oferta, sino viendo desde dónde se puede traer
un container.
El país recibe, entonces, los duros embates de la
caída del precio del petróleo sin poder compensar esa pérdida con incrementos
de producción de otros sectores, como están haciendo el resto de los países
productores de petróleo.
Los créditos de proveedores internos están
bloqueados y cada día se añaden más casas matrices a la decisión de no meter
más divisas en esta especie de “cárcel para el dinero” en que se ha convertido
la economía venezolana. La confianza del mercado internacional en Venezuela
está en lo que podría considerarse su peor nivel histórico y los ingresos
menguados de la Nación están comprometidos para el pago de deuda externa, un
asunto que hay que honrar para evitar consecuencias peores.
En dos platos: el Gobierno necesita dinero. Y eso
es un problema cuando, por torpeza y razones ideológicas, no se acuden a
organismos de rescate. Más aún si los mercados internacionales tradicionales
están bloqueados para financiar al país. El único acceso proviene de China: un
crédito limitado a incrementar nuestra dependencia importadora con ese país y
obviamente insuficiente.
Hay algo claro: los controles de precios y el
control de cambio alejan cualquier estímulo a la producción, pulverizan la
inversión y deprimen radicalmente la capacidad productiva del país. Si la nueva
Asamblea Nacional no toma acciones que cambien esta realidad y si no aumentamos
los ingresos en dólares, no habrá ninguna posibilidad alguna de mejorar.
Así que, si las políticas económicas siguen como
van, 2016 será un año de mayor inflación, más desabastecimiento, más
desconfianza y más empobrecimiento.
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