Culminado el primer cuatrimestre de 2015 la situación económica de
Venezuela es crítica. Los indicadores más relevantes así lo señalan: hay
un “desbordamiento” de la crisis; la inflación acumulada al cierre de
abril, según datos extraoficiales, se ubica en 48,1%; los indicadores de
escasez están por encima de 40,0%; y la brecha cambiaria alcanza la
estratosférica cifra de 4.474%. Adicionalmente, la liquidación de
divisas se encuentra en mínimos históricos. En el primer trimestre del
año, el sector privado estaría recibiendo, a través de los canales
oficiales, alrededor de US$40,4 millones/día, una merma de 61,1%
respecto al mismo período de 2014.
Por Asdrubal Oliveros / Infolatam
En 2015 la tasa de inflación anual para Venezuela puede alcanzar un
nuevo récord histórico. La aceleración inflacionaria de los últimos
meses es un signo de la gravedad de la crisis económica, dados los
impactos que esto tiene en toda la dinámica del país. Adicionalmente, la
llamada “inflación subyacente” que desde Ecoanalítica medimos, da
cuenta de que la brecha entre ambas tasas se ha disparado en forma
importante. Hoy podemos decir con propiedad que la tasa de inflación
reportada por el BCV es más un nivel piso de la inflación en Venezuela.
En términos sociales, la caída del poder adquisitivo, medida a través
del salario promedio, está cercana a 20% (en términos reales), lo cual
explica el nivel mínimo en que se encuentra la popularidad del
presidente Maduro. En el sector externo, las reservas internacionales
están por debajo de los US$19.000 millones, y la caída se ha amortiguado
debido a que el Ejecutivo está liquidando niveles mínimos de divisas
para el sector privado.
En materia cambiaria, el Ejecutivo optó por mantener el régimen de
cambio múltiple dentro de un esquema altamente ineficiente, pues la
devaluación tiene un efecto negativo importante en los consumidores pero
muy limitado en el sector público, quien debió ser su principal
beneficiario, dado el shock negativo en ingresos producto de la caída en
los precios petroleros. La consecuencia es que la reducción del déficit
fiscal es mínima y el Ejecutivo seguirá optando por el mecanismo de
financiamiento monetario vía el BCV, con sus impactos negativos en los
diferentes mercados y, muy especialmente, en el mercado cambiario.
En este cuadro tan complejo se suma el desempeño de la actividad
económica. Estimamos que la economía el año pasado se contrajo 4,1%.
Para este año, hemos revisado nuestro estimado y ubicamos la contracción
en 7,1%. Lo que pasa en Venezuela actualmente es mucho más grave que la
típica estanflación. Pudiese categorizarse como una “recesión
estructural”, siendo además un shock de oferta, es decir, afectando la
producción de bienes y servicios. Esto amerita el diseño de un conjunto
de medidas enmarcadas en un plan de ajuste y estabilización, que por lo
pronto el Ejecutivo no parece dispuesto a asumir.
La apuesta del Ejecutivo es resistir la crisis, sin mayores ajustes
hasta que los precios petroleros vuelvan a subir. Es claro que ante un
alza de los precios petroleros la economía venezolana tendría una leve
recuperación, pero difícilmente volverá a experimentar elevadas tasas de
crecimiento. Mientras el Ejecutivo se resista a trabajar conjuntamente
con el sector privado, nuestras tasas de crecimiento se mantendrán por
debajo del nivel potencial con pobres resultados para la población en
general. Si la tesis es tener al Estado como protagonista, nuestra
economía no va a exhibir mejores resultados.
En la actual coyuntura, el Ejecutivo apela a su sobrevivencia
mediante la “caotización”, una estrategia que mezcla la radicalización,
la represión y medidas aisladas, mientras que el sector privado debe
enfrentar una baja en el poder adquisitivo, importantes distorsiones en
el mercado cambiario, incremento de los controles y las regulaciones,
además de la amenaza de los órganos del Estado respecto a la
intervención directa en las decisiones de producción y comercialización.
Una terrible contradicción, pues una respuesta asertiva para enfrentar
la crisis es establecer mecanismos de cooperación entre el Estado y el
sector privado.
Por último, no olvidemos que, como el matrimonio, el mundo de los
negocios es incierto. La clave del éxito está en anticiparse y en
generar un mejor conocimiento del entorno. Definitivamente, 2015 y 2016
son dos años interesantes, como dirían los milenarios chinos.
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