Que les dejaran sacar parte del dinero depositado en bóvedas construidas
en sus celdas unipersonales fue la única condición que pusieron los
pranes de la Penitenciaria General de Venezuela (PGV) para rendirse y
entregar la cárcel. Esta historia la recoge el periodista Eligio
Rojas en el blog Llanoadentro.
Luego de dejar clara su petición, desde el miércoles 26 de octubre, los familiares de los presos comenzaron a desalojar la prisión llevándose guacales llenos de billetes de cien bolívares.
En una crónica, Rojas relata lo que sucedió el pasado 28 de octubre:
Pasada la 1:00 de la tarde, la ministra para el Servicio Penitenciario,
Iris Varela, informó vía Twitter el fin del conflicto. Se encontraba en
la prisión recién desalojada. Cuando caminaba por el pasadizo por donde
muchos reos huyeron de Franklin Masacre, se percató de que había un promontorio de cachivaches ardiendo: bolsas, ropa, fajos de billetes, gorras y zapatos.
El viernes 28 de octubre, Iris Varela desayunó con esas cachapas
envueltas en queso que venden frente al hospital de la capital
guariqueña. Al dueño del kiosco le extrañó el montón de carros y
guardaespaldas que “invadieron” su negocio justo el día del paro
convocado por la oposición. Varela no se bajó del vehículo. Degustó la
cachapa con queso de mano mientras leía La Antena y
encargó cinco para llevarle a Wilmer Apóstol, Franklin Suárez, Liana
Reyes, Adolfo Carrillo y Uguet Urbina. Era parte del equipo que ayudó en
el llamado plan de pacificación de la PGV y el Internado Judicial Los
Pinos (Injupi)
A eso de las 10 am enfiló hacia la “26 de Julio”. A su llegada saludó al montón de reclusos que estabansentados en el patio central esperando
por ser identificados. Para ese momento ya sobrepasaban los 4 mil reos
que habían sido rescatados. Huían de la PGV con la ayuda de los guardias
nacionales, a riesgo de que los mataron desde las garitas.
Se instaló en una oficinita y dijo: “ya
voy a iniciar una cayapa de emergencia para que sean liberados a quienes
ya tienen tiempo legal”. Con un celular llamó al magistrado Maikel
Moreno, presidente de la Sala Penal y con otro ordenó a su asistente que
le discara a Beatriz Zamora, la jefa de los jueces penales de Guárico.
“Doctora vengase, que necesitamos hablar”. Zamora llegó con un médico
forense de apellido Rotondaro, pariente lejano del militar que dirige el
Seguro Social. Hablaron de cómo procesar las denuncias de presuntas
“fosas comunes” que existen dentro de la PGV. “Primero debe entrar
antiexplosivos del Sebin a limpiar el área”, dijo Varela. “Después, le
tocara al Cicpc y la Fiscalía”, acotó.
El desenlace. A la
media hora de haber llegado Zamora al improvisado despacho (11:38 am)
entró Adolfo Carrillo, la autoridad única de traslados, quien le informó
que ya todos los visitantes que pernoctaban en la PGV habían salido. En
ese grupo había niños, hombres, muchachos y chicas prepago. Cargaban
los guacales llenos de billetes, maletas, bolsos y joyas. Habían venido
saliendo graneaditos desde el miércoles 26 de octubre.
A las 12:57 del mediodía tocó la puerta
Wilmer Apóstol y le dijo algo al oído. “Gracias a Dios”, exclamó Varela
parándose de la silla. Abrazó a Carrillo (jefe de los traslados) y pidió
un chaleco antibalas. “Hemos vencido, ya los tipos se entregaron”,
comentó. “Llamen a los medios”, le gritó a Franklin Suárez, director de
comunicación del Min-Penitenciario. Todo se alborotó en la “26 de
Julio”. Varela salió hacia la prisión recién desalojada. Antes de cruzar
el hueco por donde muchos reos huyeron de Franklin Masacre, (el pran
que los mutilaba si no pagaban la “Causa”), la Ministra se detuvo para
lanzar un tuit anunciando el fin del conflicto. Era la 1:16 pm. Borraba y
volvía porque se excedía de los 140 caracteres. Hasta que lanzó la
información y prosiguió por el caminito forrado de paja ganadero,
arbustos de teca, guatacaro y samanes.
Al llegar, lo primero que se vio fue un
promontorio de cachivaches ardiendo. Allí estaba un grupito de guardias
nacionales. Se sentó en las puertas de la antigua prisión construida por
Juan Vicente Gómez y esperó a que llegaran los medios. A las 2:20 pm
grabó una declaración con el equipo de VTV. No fue
posible salir en vivo. Después se fueron aglomerando más periodistas y
funcionarios regionales que llegaban a cuenta gotas. “No graben hacia el
suelo”, sugirió uno de los funcionarios advirtiendo el reguero de
bolsas, ropa, fajos de billetes, gorras, zapatos y nuevos testamentos
que poblaban el sitio.
A las 2:36 pm Varela repitió la
declaración para las televisoras que llegaron tarde. Algunos
funcionarios que se presentaron abruptamente, querían agarrar cámara
pero los guardaespaldas de la Ministra lo impidieron. Para mitigar ese
momento, el secretario de gobierno sugirió una foto colectiva con el
puño en alto, gráfica que sirvió de portada del diario Ciudad Guárico.
Abrieron el portón principal de la PGV
para que Liana Reyes, directora de familia del MinPenitenciario
recibiera las cédulas de los visitantes depositadas en los cajoncitos.
Ese fue el único espacio que Varela pisó de la desalojada cárcel.
La Ministra y todo su equipo se devolvió
por el camino enmontado que también fue recorrido por el tropel de
funcionarios regionales presentes. En el trayecto, muchos guardias
nacionales sacaron sus celulares para tomarse una foto con Iris Varela.
“Ese perro a quien se lo van a entregar”, preguntó aludiendo a un
rottweiler que estaba amarrado con un mecate. Al llegar a la “26 de
Julio”, le pasó por un lado a Franklin Masacre, El Ratón, El Niño de
Petare y El Chimaras, los pranes que mantuvieron vivo el conflicto. Este
último debe su apodo al hecho de haber matado al actor Yanis Chimaras.
Todos estaban sentados sin esposas pero bajo la vigilancia de un grupo
del Cicpc. Alguien intentó tomarles una foto y Franklin Masacre le hizo
una grosería con el dedo medio. Varela regresó a Caracas el sábado 29 de
Octubre. En la tarde-noche tomó un avión a Ginebra donde rendirá
cuentas en el Examen Periódico Universal de Derechos Humanos.
Fuente: llanoadentro
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