Las ideas del magnate de limitar el ingreso de musulmanes al país ha
enfadado al líder británico pero por más que se tiren palabrotas en
contra, la relación de EEUU con Gran Bretaña sería muy difícil de
romper
Posiblemente desde la dinastía Ming, en lo que es hoy China y
Mongolia desde los tiempos de Ghengis Kan, no hay en este mundo una
alianza política más sólida que la que mantiene el Reino Unido con
Estados Unidos. Ha sobrevivido a todo tipo de encontronazos,
desentendimientos y hasta interpretaciones de la forma en que hablan el
inglés. Pero ha sobrevivido.
Siempre los gobiernos de los dos lados del Atlántico mantuvieron una
sangre fría rectilínea que les permitió campear todo tipo de temporales.
En el fondo les ha unido siempre una visón fuertemente Atlántica del
mundo, un autobús al cual han intentado subirse otros aliados como la
España de José María Aznar, por ejemplo, pero sin gran éxito atendiendo a
la compenetración de Londres y Washington, aliados en todas las crisis
meridionales del siglo 20 y lo que va el 21.
Todo esto está en riesgo ahora con la posibilidad de que el magnate
inmobiliario Donald Trump, virtural candidato republicano a la Casa
Blanca, termine logrando su objetivo. El empresario, conocido por su
lengua suelta, ha abogado por una relación con el Reino Unido donde lo
primero son los intereses de Estados Unidos bajo una presidencia suya.
Un lenguaje que, amen de demostrar muy poco tato diplomático, termina
introduciendo un "ruido en el sistema" que tiene a 10 Downing Street con
los pelos de punta.
Dice el premier británico David Cameron que Trump al propugnar la
interdicción de ingreso de los musulmanes a Estados Unidos y colocar ese
pensamiento en una ecuación que definiría sus relaciones con Londres,
sencillamente no tiene la más minima idea de cómo se mueve el mundo de
hoy. Teme Cameron que una visita de un "presidente" Trump a Inglaterra
con esos argumentos pudiera poner en crisis al Gobierno de Su Majestad
Británica, la Reina Isabel II y, además, dividir a los aliados de la
OTAN en la forma de abordar las relaciones con el mundo musulmán.
Además, teniendo en cuenta que en los últimos meses la gran mayoría de
la inmigración hacia Europa se resume a oleadas de musulmanes
desplazados por el terrorismo y la guerra civil en sus países.
Insultos sin reparo
Las palabras del Premier en el Parlamento británico tienen un impacto
en la audiencia pero han arrastrado también una reacción del empresario
que no aporta en nada un esclarecimiento al diferendo. “Cameron es
estúpido. Yo no puedo tener relaciones buenas con alguien así. Él
plantea que soy divisivo pero la verdad es que no lo soy. Yo creo que
soy alguien que puede unificar, ser factor de unidad”, ha contestado
Trump en una entrevista a la prensa británica este fin de semana.
A los británicos, la aspiración de Trump los tiene de pelos de punta
pero la verdad es que tampoco les sorprende, habituados que están a las
excentricidades de la política estadounidense. La realidad es qué fuerza
política tendría un "presidente" Trump ante la realidad de la
existencia de una alianza sólida entre los dos países. Militar,
incluido.
Lo del Reino Unido con la patria de George Washington, no es lo mismo
que Ghengis Kan quiso con el emperador, pero tampoco son pelos que
sacarse. Estados Unidos jamás, ni nunca lo hizo, se va a distanciar del
Reino Unidos. Lo dijo Dwight Eisenhower: “Una alianza por encima de
diferencias e ideologías”. Con eso ganaron la Segunda Guerra Mundial y
un empresario extravagante no es lo suficientemente fuerte para
distanciarse del mundo globalizado de hoy. Sino, pierde dinero y estaría
por verse si lo de Trump no es más que una bruvacunada.
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