Los bachacos en Venezuela son hormigas enormes que transportan en
fila grandes cantidades de alimento. El habla coloquial se inspiró en
ellos para acuñar a los “bachaqueros”, contrabandistas y vendedores
ambulantes que compran productos subsidiados por el gobierno socialista
para revenderlos en un mercado negro omnipresente.
Una empinada escalera de hormigón que aparece de la nada en una
sinuosa carretera de una barriada popular del oeste de Caracas conduce a
una oscura chabola de paredes de ladrillo y techo de zinc, hogar de
Susana, una “bachaquera” de 32 años y madre soltera de cinco hijos.
Hace año y medio, harta de que la inflación -que ya se acerca al 100%
anual- devorara sus modestos ingresos, Susana se embarcó en la venta
ilegal de leche, harina o pañales, algunos de los productos en falta
crónica.
Su rutina empieza a las dos de la mañana, cuando baja del cerro y
hace horas de cola en supermercados donde, valiéndose de contactos o
artimañas como la duplicación de cédulas de identidad, sortea el
racionamiento y accede a más mercancía.
Luego lo revende en la calle o de casa en casa hasta cinco veces más
caro a gente que no tiene tiempo o ganas de hacer la fila y ya está
resignada a pagar más.
“En un día puedo ganarme hasta 6.000 bolívares (casi un salario
mínimo mensual), mucho más de lo que ganaba antes”, explica en la
penumbra de su pequeña sala de estar.
- Estimular la demanda -
El término “bachaquero” se empezó a usar para referirse a los
contrabandistas que cruzan a pie la frontera con Colombia, en el
occidente del país, cargados con bidones de la gasolina más barata del
mundo y bultos con alimentos, aprovechando el diferencial cambiario
entre ambos países.
Pero el desplome del precio del petróleo, la drástica reducción de
las importaciones en un país que produce poco y la tentación de comprar
productos tasados a dólar oficial y revenderlos hasta diez veces más
caros han generado una escasez sin precedentes en los supermercados y un
poderoso “bachaqueo” interno.
El gobierno de Nicolás Maduro considera ese fenómeno como parte de
una “guerra económica” de los empresarios y la oposición, mientras que
sus adversarios aseguran que es consecuencia de las distorsiones de una
economía de controles, expropiaciones, corrupción, ineficiencia y
expansión de la liquidez monetaria.
“Cada vez acude más gente al mercado negro, en la medida en que
aumenta la escasez y hay más colas, producto a la vez del bachaqueo”,
explica a la AFP el economista Luis Vicente León, director de la
encuestadora Datanálisis.
“Cuando controlas el precio y obligas a vender a un precio menor al
precio de equilibrio generas un exceso de demanda. Le estás entregando
un estímulo a las personas para que compren mucho para reservar en su
hogar o para revender y obtener ganancias excedentarias”, agrega.
Ante la escasez intermitente de la mayoría de los productos básicos,
los venezolanos se ven obligados a destinar decenas de horas cada semana
recorriendo supermercados y tiendas para abastecerse.
La situación no es tan crítica en los productos no regulados por el
gobierno, pues importadores y vendedores pueden sacarle mayor margen de
beneficio y ajustar su precio a la inflación o a la devaluación del
bolívar en el mercado negro de divisas.
Así, por ejemplo, se da la paradoja de que en algunos comercios no
haya agua mineral, leche o pollo, pero sí bebida energizante, salmón o
los mejores whiskies del mundo.
- “El sistema me empuja a venir” -
Pocos hoy son ajenos al mercado negro, que opera en puestos
ambulantes ante la pasividad de la policía, pero también por las redes
sociales o con revendedores a domicilio, como ocurre con los cambistas
que llevan a las casas los “dólares negros”, 45 veces más caros que el
dólar oficial, de difícil acceso.
Sin ganas de “perder el tiempo para nada” en largas colas, la
diseñadora gráfica Nathalie Loreto ha decidido ir a comprar medicinas
para sus hijos a la redoma de la barriada popular de Petare, en el este
de Caracas.
“Aquí se consigue todo lo que no consigues en los supermercados de nuestra zona”, explica.
Sobre mantas en el piso o tarimas improvisadas, de pie o sentados,
bajo un sol que raja la tierra o a la sombra de toldos, centenares de
hombres y mujeres administran sus improvisados puestos distribuidos en
varias calles y ofrecen productos de todo tipo en medio de un gran
alboroto de caos vehicular, transeúntes y gritos.
“Yo no critico a los bachaqueros. Al venezolano común no le alcanza
el sueldo y tienen que rebuscarse”, es decir, buscar alternativas de
ingresos, asegura esta mujer de 37 años.
Mientras habla, su mirada se posa sobre un paquete de “Fama de
América”, un café que tuvo gran prestigio y ahora es una rareza difícil
de encontrar, aunque -según el envoltorio- está “Hecho en socialismo”.
El “bachaquero” le pide 100 bolívares, más del doble que en el
mercado regulado. Nathalie suspira y se adentra por las callejuelas.
POBRECITOS DE NOSOTROS LOS QUE PASAMOS DE 70 AÑOS Y NO TENEMOS FUERZA PARA ESTAR EN UNA KOLA POR 8 O 12 HORAS...ESTO ES EL INFIERNO. AQUI ESTAMOS PAGANDO LAS QUE DEBEMOS Y LAS QUE NO DEBEMOS TAMBIÉN POR CULPA DE ESTOS DICTADORES NARCOS COMUNISTAS QUE NOS "DESGOBIERNAN". MALDITA LA PUTA MAE QUE LOS KAGÓ..TAMOS?
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